
NICOLAS
Por Luis Bruschtein
Nicolás veía la cultura como una fragua desde la que se podía pensar y sembrar semillas de nuevos mundos. Y se instaló con naturalidad en medio de esa especie de usina fantástica como generador, formador, disparador y discutidor, con pasión y con sustancia. Desde el periodismo, desde sus cátedras, en la mesa del café, en la militancia, en sus novelas. Se asumía en ese mundo con el espíritu aventurero de un explorador de tierras vírgenes. Desde su juventud en el Fatrac de los ’60, en la Jotapé de los ’70, en el exilio en México y con la democracia de vuelta en la Argentina hasta el surgimiento reciente de Carta Abierta, promovió debates, publicaciones, solicitadas y todo tipo de trapisondas (una palabra muy suya). Desde PáginaI12 proyectamos con él una maestría en comunicación, un suplemento semanal y fuimos incorporando muchas de sus ideas. Desde la solidez de su propia producción era un gran activista de la cultura, una especie invalorable y en extinción. Pero además era un ser humano de gran calidez y sentido del humor, un buen amigo y buen compañero. Cuando se disipe el dolor, empezaremos a extrañarlo.
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